sábado, 30 de enero de 2010

Escalas

Un león vive en torno a 14-20 años, y un leonés unos 80. La ciudad de León tiene cerca de dos mil años.

Pero esto no es nada.

Paseando por León es posible ver animales que vivieron hace 500 millones de años. Erizos de mar, corales, cefalópodos...




¿Llegará el día en que alguien pise mi mandíbula, mi martillo o mi coxis, y se asombre como hago yo ahora ante este inmenso túnel del tiempo, que casi roza la eternidad?

Cuestión de escalas. Viva hoy.

jueves, 28 de enero de 2010

Y este otro león dice

Un broche de una artista integral (http://masqmay.blogspot.com). Un antídoto contra la tristeza.

miércoles, 27 de enero de 2010

San Isidoro

Las obras en el interior de la iglesia románica de San Isidoro, que han finalizado hace unos días, trasladan a los visitantes una imagen de la iglesia radicalmente diferente a la recibida hasta ahora. Aparte de los nuevos bancos con calefacción (algo que los feligreses seguro que agradecen), se han limpiado los muros, las ventanas, y se ha mejorado notablemente la iluminación. El resultado es una iglesia luminosa, sin el polvo y la suciedad características de este monumento.

Un elemento visible, hasta ahora oculto por la porquería, es el de los maestros canteros.



Desde una visión romántica, creía que estas marcas -letras, símbolos- eran dejadas para reivindicar el arte y buen hacer del cantero en cuestión, pero leyendo sobre el tema he descubierto que se hacía para asegurarse la autoría y, por lo tanto, el cobro.




Mi único recuerdo de esta iglesia, donde pasé muchas jornadas los domingos de nueve a diez de la noche, era una señora que se sentaba con toda su familia (cuatro o cinco hijos) en un lateral, muy cerca del cura, que era la viva estampa de Cruella de Vil. Fantaseaba sobre qué sentirían sus hijos cuando se enfadara con ellos.

domingo, 24 de enero de 2010

miércoles, 20 de enero de 2010

Planificación inteligente

La avenida Ordoño II, a pesar de no ser muy larga, es una de las principales calles de la ciudad, si no la principal; parte de Guzmán el Bueno y llega hasta la plaza de Santo Domingo. En ella está el ayuntamiento, muchos comercios, y apunta directamente hacia la catedral.

Hace no muchos años, en aquella época en la que los ayuntamientos gastaban sin demasiado cuidado (así hemos llegado a la situación actual, con déficits espeluznantes) se decidió poner esta calle patas arriba: construir un aparcamiento subterráneo, estrechar la calzada (pasando de tres a dos carriles) y ensanchar las aceras.

No diré nada de los maceteros colocados en mitad de la acera, que se pusieron de moda en muchas ciudades para dar un toque vegetal a la ciudad, con resultados patéticos.

Para la calzada, se decidió utilizar el adoquín, material duro donde los haya. Pero...sucedió que a los pocos meses los adoquines se empezaron a levantar, con lo que el ruido, los baches y los charcos eran tremebundos. El ayuntamiento, muy diligente, cerraba los carriles (con el consiguiente trastorno de tráfico) y lo arreglaba, pero transcurrido un tiempo volvía a suceder en otro punto, y vuelta a empezar.

Cuando tras el cuarto o quinto arreglo alguien preguntó -alarmado por las molestias y por el dinero gastado-, el concejal del ramo (que, por cierto, suena como posible alcaldable, si es que la oposición gana las elecciones) respondió públicamente que lo que estaba pasando era normal, ya que era "una calle de mucho tránsito".


Qué lástima que no lo hubieran previsto antes, cuando ya sabían que había tráfico, aunque un pequeño fallo de planificación lo tiene cualquiera.

Los ciudadanos, encantados a veces de que nos tomen por tontos, seguimos sorteando vallas, pisando charcos y disfrutando con la geometría variable que las obras casi permanentes de arreglo generan.


He leído que entre las obras del nuevo Plan E figura el cambio de firme en algunas calles, estando previsto adoptar el utilizado en Ordoño II. Si eligen calles muy transitadas, es una buena manera de asegurar trabajo estable a las brigadas de reparación y mantenimiento por años y años.

domingo, 17 de enero de 2010

Nuevas obras en el Bernesga

Me advierte mi amigo César (gracias) de que el nuevo Plan E va a abordar, entre otros planes, la urbanización del Bernesga hasta su confluencia con el Torío, siguiendo así con el proceso que va afectando a los tramos del río más urbanos.

Para quien no lo conozca, León se encuentra en la confluencia de dos ríos, el Bernesga -que ya ha salido varias veces en este blog- y el Torío. El Bernesga, que es el más urbano, lleva siendo domeñado desde hace siglos, para evitar los efectos de las crecidas -es un río con un comportamiento típico mediterráneo de montaña: grandes crecidas en otoño y primavera, apenas agua en verano- y poder obtener nuevos terrenos a urbanizar.

En la década de los noventa se realizó una actuación a mi modo de ver brutal, con la consolidación de la canalización del tramo medio (entre el Puente de San Marcos y la Plaza de Toros) utilizando escolleras y eliminando cualquier atisbo de vida natural. En esta imagen, a la vez autorretrato, se advierten los efectos de la obra.


Años después se realizó otra obra agua arriba del Puente de San Marcos más respetuosa, y aunque se utilizó también la escollera se hizo con más cuidado, con más vegetación e indultando algunas isletas en el cauce, por lo que su integración en el entorno es mucho mayor.

Ahora toca hasta la confluencia con el Torío, allí donde, según el diccionario de Madoz, a mediados del siglo XIX la pradera donde se juntan los ríos era "campo de merienda popular y escenario de prácticas militares".

Aquí, una muestra del terreno a conquistar:


Aunque con el lecho ya intervenido con pequeños diques, contiene una variada vegetación en sus riberas, y alberga numerosas especies animales (es un cazadero habitual de garzas y martinetes). A sus lados hay vías de comunicación, diferentes equipamientos (mercado central de abastecimiento, instalaciones deportivas), asentamientos marginales (todavía hoy no hay Planes E para erradicar las infraviviendas), etc. También se advierten usos agroganaderos, cada vez más alejados de la ciudad (¿dónde se ven ya burros?).


No sé por qué modelo optarán, y si serán capaces de conciliar el uso recreativo del río con el respeto a su biodiversidad. Veremos.

viernes, 15 de enero de 2010

Gatos


Apenas quedan gatos salvajes en el centro de las ciudades, expulsados por la falta de solares y perseguidos por un higienismo desmedido.

En este edificio, construido hará unos veinte años sobre una antigua zona industrial junto a un río -hábitat urbano idóneo para estos animales-, todavía perviven algunos ejemplaress, y ésta es la puerta de su casa. Reciben alimentos de, al menos, una pareja muy mayor -el hombre, que se acerca furtivamente, como si estuviera cometiendo una falta, se agacha con dificultad para retirar las bandejas vacías, e introducir otras nuevas-.

Esto de los cuidadores de gatos me recuerda a los que conocí en el Parque de María Luisa, en Sevilla; tres personas que no se conocían anteriormente entre ellas, pero que coincidieron llevando comida a los gatos del parque. Gatos que viven en la espesura, y que paren y crían a sus cachorros en lo alto de las palmeras, a salvo de los perros: es un espectáculo verlos trepar a alturas de más de diez metros, y bajar a sus crías una a una, sin apenas dificultad.

Los gatos leoneses, que no dejan que nadie se les acerque, se mueven por el barrio bajo los coches, a veces cruzan al río y otras van a buscar comida en casas cercanas, donde saben que algo les puede caer.

A pesar de lo prolíficos que son, hay muy pocos ejemplares (¿dos, tres?): alguna vez he visto una cría, alguna otra he encontrado un animal atropellado. Evidentemente, la escasa población no guarda relación, en absoluto, con que al lado de su casa hay un asador castellano donde cocinan crías de cordero y cochino, apenas recién nacidas, para placer de algunos carnívoros.

martes, 12 de enero de 2010

Agua



Esta fuente fue instalada hará unos nueve años. Hay una igual en el otro extremo del paseo. En las dos el agua está manando continuamente, y la otra mañana comprobé la cantidad que salía: aproximadamente, un litro cada 36 segundos.

Un litro cada 36 segundos significa que cada hora tira 100 litros, así que al día son algo más de 2.400 litros. En definitiva, 4.800 litros entre las dos.

Con este agua una persona podría poner más de 40 lavadoras, o darse 70 duchas, o tirar 800 veces de la cadena del wc.

4.800 litros es más o menos lo que consumen 16 personas en un día (en España, uno de los países que más agua gasta del mundo).

Qué demagógico, ¿eh? Y eso que no he utilizado las cifras de los usos del agua en los países más empobrecidos.

Afortunadamente, la tecnología ha venido a salvarnos:



El grifo, un dispositivo que regula el paso del agua, pudiendo incluso cerrarlo por completo si nadie necesita hacer uso del líquido que mana por las tuberías. Prodigioso.

Supongo que instalar este sistema en ambas fuentes no sería muy caro, ¿o sí?

viernes, 8 de enero de 2010

En mi primera entrada del catálogo de horrores (12 de diciembre) hablaba del edificio conocido como "la huevera" o "el ombligo" (éste de aquí abajo), y que para mi gusto era de los más feos de la ciudad.



El adefesio en cuestión se ve perjudicado, y su fealdad más resaltada si cabe, porque tiene al lado una buena muestra de arquitectura expresionista-racionalista, la casa Arriola, que data de los años 30.



Lo del ombligo, como dije, le venía por estar más alto que el del "Coño".

¿Y cuál es la casa de nombre tan sonoro y vulgar?. Antes, los antecedentes.

Nos encontramos en la plaza de Guzmán el Bueno, noble apodado de este modo porque prefirió que mataran a su hijo, secuestrado por los musulmanes, antes de entregar el castillo de Tarifa (en la imagen, el bueno de Guzmán dando su propio puñal a los pérfidos moros para que degollen inmediatamente a su descendiente).


Estos sí que eran patriotas.

Guzmán fue el padre de la Casa de Medina Sidonia, una de las más ricas de España.

La mano que sujeta el puñal apunta hacia la estación de ferrocarril, al fondo de la calle (de ahí viene la frase atribuida a Guzmán, que dice a todos aquellos que miran la ciudad sin cariño: "si no te gusta León, allí tienes la estación").

Esta estación fue construida, en su momento, relativamente lejos de la ciudad; el acceso al centro era obligado por el puente de hierro que se construyó al efecto para superar el río. Pues bien, los que accedían a la ciudad venidos de la estación se encontraban con unos edificios modestos -chalets unifamiliares, a lo sumo la casa Arriola- hasta que, por los años 40, construyeron un pedazo de edificio, de ocho plantas, ante el que los viajeros no podian más que exclamar "¡coño, vaya casa!". Y con ese nombre se quedó.


La del ombligo, obviamente, es más alta.

jueves, 7 de enero de 2010

Aclaraciones sobre el Parque del Cid

El 8 de diciembre hablaba sobre el Parque del Cid como un espacio con una estética propia del Romanticismo: murallas semiderruidas, distribución vegetal con cierta languidez, fuentes con amorcillos...atribuyéndolo a una época lejana; hoy me he enterado de que el parque fue construido ¡en la década de los setenta!, tras el derribo de los cuarteles del regimiento de Burgos (¿?), antes convento de monjas Recoletas (¿?). ¡Viva el cartón piedra!


lunes, 4 de enero de 2010

Perros



De mala calidad, pero es la prueba del delito: en un jardín cerrado por cuatro puertas, todas ellas con una señal que indica "prohibido perros", tenemos aquí a una de sus asiduas visitantes, acompañada por su perro -en esta ocasión atado, que no es lo normal-.

Este jardín está a escasos 50 metros de un parque kilométrico, donde los perros pueden andar a su aire. Este jardín sería uno de los escasos lugares donde los niños podrían jugar en el suelo, con la arena, tirándose por la hierba, si no fuera por unos pocos dueños de perros que vienen aquí cotidianamente. Hay hombres, mujeres, abogados (los peores), prejubilados, macarras, viejos y jóvenes, algún desequilibrado. Unos recogen sus excrementos (los del perro), otros ni eso. No son muchos, quizás unos 15 ó 20, pero manchan lo suficiente como para que sean una constante molestia.

La patrulla verde de la policía municipal viene de vez en cuando (nunca de dos a tres, que es cuando cambian de turno. Y los malos lo saben).

Me gustan los perros, pero odio a sus incívicos dueños.